viernes, 12 de mayo de 2017

¿Por qué viajamos?


"ÍTACA"
"Quan surts per fer el viatge cap a Ítaca ,
has de pregar que el camí sigui llarg,
ple d'aventures, ple de coneixences..." K. Kavafis
Versión de Lluís Llach


Paestum, buscando las huellas de la Magna Grecia


Viajar, movernos, descubrir, experimentar, aprender, probar, equivocarnos, mirar, aventurarnos, etc... cualquiera de estas palabras estarían incluidas en una definición si me preguntaran el porqué de viajar. Todas ellas nos hablarían en el fondo como una metáfora del periplo de la vida.

Pero sí le preguntásemos a otros ¿por qué viajamos? muchas de las respuestas seguramente serían similares, cada uno de nosotros buscamos algo diferente cuando viajamos, los motivos pueden ser miles, pero coinciden en algunos aspectos aunque sea sólo porque soñamos, porque tenemos capacidad para imaginar otros lugares posibles.

El motor de nuestro viaje muchas veces viene provocado del exterior, de lo que oímos a otros, de lo que nos cuentan, de lo que vimos en algún reportaje, de nuestras lecturas o sueños...,  también nos puede motivar la idea de contar nosotros la propia experiencia, o por salir al mundo y socializarnos, por prestigio, por añadir algo más a nuestro consumo, por ponernos a prueba, por observar otras vidas, por no perdernos ningún tren, etc... Pero, cada uno de nosotros tenemos, en nuestro universo íntimo y personal, idealizado un viaje, un paisaje, un punto en el mapa, una experiencia o una cultura en especial y buscamos la manera de alcanzar ese lugar soñado viajando.

En el Templo de Poseidón en Paestum

La historia de la humanidad es la historia del viaje, es la historia del nómada,  del movimiento, de la adaptación, del cambio, somos seres errantes buscando nuestro lugar en el mundo, buscando donde crecer, donde echar raíces, donde aprender, donde asentarse, es el gran viaje de la adaptación. 

Hemos crecido oyendo y leyendo las grandes epopeyas de viajes, la de Ulises en La Odisea, la de Eneas en la Eneida, la de los Argonautas, la del pueblo judío por el Desierto, los viajes de Marco Polo, los de Cristóbal Colón, los viajes de Gulliver, los de Conrad, London, Stevenson, Livingstone, Darwin etc... Todas estas historias de viajes que nos llegaron desde la antigüedad hasta finales del siglo XIX y principios del XX nos narran la aventura humana del descubrimiento, del impulso por abrir nuevas rutas y conocer otros mundos, nos narran la aventura del saber, del conocimiento.


Los bustos clásicos y el Infinito, en Ravello


Hoy en día, en el siglo XXI, en un mundo globalizado el sentido del viaje a cambiado, ya no encontramos las grandes epopeyas de viajes que nos cuentan y nos descubren algo más allá de lo que conocemos, nos encontramos más bien con viajes personales, narrados desde una mirada más personal e intimista, son los grandes escritores de viajes contemporáneos que nos descubren otras culturas con el bagaje de la antigua literatura de viajes pero a veces añadiendo un plus más comercial, también nos encontramos viajes narrados con un estilo más periodístico o guías de viajes con un componente de consumo.

El horizonte y el mar, siempre presentes.
"En un lugar de la Mancha..."








En un mundo global en que el que vivimos, muchas veces no nos planteamos el porqué de emprender un viaje, simplemente queremos hacer turismo, almacenar recuerdos, experimentar emociones, encontrarnos en un status social, queremos comprar, recorrer y consumir sin pararnos a descubrir, a decidir, cuál es nuestro "propio viaje", nuestra "propia mirada al mundo".

El sentido del viaje es el "cambio", es el tránsito hacia un nuevo lugar, y no hace falta que sea lejano, que sea exótico, que sea bonito o aventurero, puede ser cercano, en nuestra propia ciudad, en la de al lado o lejano, lo importante es lo que habremos aprendido al decidirnos a "mirar" a "descubrir" o a "aventurarnos",  lo importante es el viaje interior, es el cambio que nos provoca en nuestras vidas el habernos atrevido a movernos, habernos atrevido a cambiar, a aprender, a observar, a soñar y a imaginar.


  "La gran literatura parece seguir más unida a la sensibilidad de quien viaja en otra dirección, sin destino quizá, hacia dentro, como en un eterno éxodo".         Román Piña

De todos los viajes posibles y de todas la definiciones que contestaron a la pregunta inicial, yo me quedo con la frase que define Mark Twain y que me la apropié para mi perfil del blog:

"Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente."

Anocheciendo en el Castillo de Belmonte



lunes, 1 de mayo de 2017

París, el encanto de Montmartre



"Caminar por París..., es caminar hacia mí... es un lenguaje que no se puede expresar con palabras... es un pequeño corazón latiendo poco a poco...".
    Julio Cortázar.


Esas palabras de Julio Cortázar en un suplemento dominical, me hicieron evocar aquel café parisino en "Le Chat Noir" una mañana de otoño. ¡Qué tiempos!

Sentada, saboreando un aromático y cálido café me disponía a empezar el recorrido por uno de los barrios más soñados por mí. Quería aprovechar bien el tiempo aquella mañana y al salir del metro fui directa a tomar una dosis de cafeína, ¡otra más! quería estar bien despierta. Sentada en la terraza me di cuenta que estaba en "Le Chat Noir" y... ufff me relajé, contemple el famoso Gato Negro pintado en la pequeña mesa y saque rápidamente la guía para leer la historia de aquel mítico local. 

Por unos momentos cerré los ojos y me imaginé que como en "Midnight in Paris" me podría trasladar en el tiempo como su personaje y retroceder hasta 1881 cuando el célebre cabaret literario, artístico y musical fue inaugurado en el barrio bohemio de Montmartre por Rodolphe Salis y el poeta Émile Goudot. Me vi rodeada escritores, poetas, músicos, pintores, artistas excéntricos y bohemios con una estética Art Nouveau que recordaba mucho al diseño del famoso cartel del cabaret. Su creador fue el pintor francés Théophile Steinlen que lo diseñó al estilo Art Nouveau con influencia modernista... y allí estaba yo, mirando el gato negro de la pequeña mesa y volviendo a la realidad... uff como me gusta soñar.
"Le Chat Noir" y el café, combinación soñadora


Después de tomar el café, comencé a pasear por las calles de Montmartre buscando perderme entre sus edificios y encontrar muchos de los referentes que tenía en mi pequeña guía.

Como el personaje de Gil en "Medianoche en París" no dejaba de pensar en un montón de artistas que habían estado vinculados a Montmartre, Edith Piaf, Maurice Chevalier, Georges Brassens, Yves Montand, Jacques Brel, pintores como Modigliani, Van Dongen, Juan Gris, Pablo Picasso y un largo etc... que convertiría mi paseo por las estrechas calles de Montmartre en un sueño hecho realidad.



Recorrí las calles, subí en el funicular que lleva al Sacré-Coeur para después poder admirar las impresionantes vistas sobre París. 

Un violinista tocaba "la vie in rose" mientras los turistas iban de un lado para otro, yo busqué un rincón y me senté en las escaleras, quería disfrutar del instante mágico. Tenía París a mis pies.


Más tarde, comencé a bajar por las calles buscando el único viñedo que se conserva en el centro de París, en Montmartre. Pero por el camino me encontré con famoso "Cabaret du Lapin Agile" uno de los únicos cabarets del final del siglo diecinueve que continúa en, momentos puntuales, en marcha. La gran efervescencia artística y de grandes cabarets como "Le Chat Noir", "Le Divan Japonais", "Le Moulin Rouge" y el "Lapin Agile" fueron el foco de la Bohemia de Montmartre hasta 1914.

"Le Lapin Agile" fue uno de los más famosos cabarets de la época y centro donde se reunían los más bohemios y excéntricos artistas. El cabaret estaba decorado en sus paredes por cuadros que los artistas pintaban a cambio de comida y bebida. Picasso fue uno de los artistas que inmortalizó el cabaret dándole el nombre a un cuadro suyo en 1905 "Au Lapin Agile" y que estaría colgado en sus paredes hasta 1912.

El nombre del Cabaret proviene de un cartel pintado por el humorista André Gill con el dibujo de un conejo
huyendo de una cazuela "Le Lapin Agile" que significa "El Conejo Ágil".
Está situado en el cruce entre la Rue des Saules y la Rue Sant Vincent, frente a los viñedos de Montmartre.
 Picasso se inspiró en él para recrear el ambiente parisino de la época y pintó "Au Lapin Agile" en 1905 

Oh La La!! frente a mí se encontraba uno de los raros ejemplos de supervivencia de la expansión y especulación inmobiliaria de la gran ciudad. Las viñas de Montmartre, el único viñedo que queda como referente a su pasado agrícola, fueron plantadas en 1930 en memoria de la antigua tradición vitícola y son el orgullo de toda la zona. Para preservar este lugar amenazado por la construcción de un edificio, decidieron plantar un viñedo de 3250 pies y cuidarlo con esmero. La viña es propiedad de la Ciudad de París y es cuidada por los agentes de Parques, Jardines y Espacios verdes.

El viñedo de Montmartre da un vino que se llama "Le Clos Montmartre" y la explotación de él va para el Comité de Fiestas y Acciones Sociales de Montmartre. Cada año se elaboran cerca de 500 litros mediante métodos tradicionales y todos los años el segundo fin de semana de octubre se organiza la Fiesta de la Vendimia. Una oportunidad única para adentrarse en un París diferente.

Vista panorámica de los viñedos.

Moulin de la Galette

Ese París que aún recuerda su pasado agrícola y rural, dejaba pistas para que yo investigara. Aparte de los viñedos me encontré con Molinos, el famoso "Moulin Rouge", a la entrada de Montmartre, es el único que nunca ejerció de molino sino de cabaret.

Los Molinos de la Butte (de la colina) de Montmartre no servían sólo para moler trigo, eran utilizados para chafar en las vendimias y más cosas. También se convirtió en uno de los paseos dominicales de los parisinos. De los quince molinos que llegaron a jalonar la colina en los siglos XVIII y XIX en la actualidad sólo quedan dos.

Los Molinos y el Viñedo de Montmartre nos recuerdan el pasado y la historia de París. Montmartre era una antigua comuna francesa del departamento del Sena y por mucho tiempo fue un pueblo rural organizado en torno a su Abadía y poblada por campesinos, artesanos y molineros.


El famoso "Moulin Rouge" al pie de Montmartre en el barrio rojo de Pigalle.
Se le considera como uno de los exponentes de la corriente Belle Epoque y quedó inmortalizado por la obra del
extraordinario artista Hanri de Toulouse-Lautrec que pintó el cartel de la inauguración del "Moulin Rouge" 


Mientras deambulaba por las estrechas calles empedradas de Montmartre me encontré con "Le Mur des Je t'aime" dedicado a todos los enamorados y pensaba en la cantidad de películas que me recordaban aquellos jardines y edificios, "Un americano en París" de V. Minnelli, "Los 400 golpes" de F. Truffaut, "Moulin Rouge" de J. Houston, "Boulevard" de J.Duvivier, "La vida en rosa" de Olivier Dahan, "Midnight in Paris" de W. Allen y ... de pronto el "Café des 2 Moulins" en la esquina de Rue Lepic donde se rodó "Amélie" de J-Pierre Jeunet. ¡Qué maravilla!!.  Caminando había conseguido volver a meterme en la máquina del tiempo y podía imaginar a la dulce y soñadora Amélie sirviendo un café y diciendo "Amélie va a cambiar tu vida" mirándome y sonriendo.

El amor, los sueños, las fantasías, la imaginación... toda esa combinación había añadido un plus a este viaje, había conseguido que por un día pudiese imaginar otras vidas, muchos personajes, muchos escenarios y en diferentes momentos de la historia de Montmartre.

"Amélie" o "Le fabuleux destin d'Amélie Poulain" el título original de la película

"Cada uno de nosotros lleva dentro de sí las ciudades, de su juventud o de sus sueños, con la secreta preferencia por el PARÍS que alberga en su memoria y que le parece más atractivo que el del prójimo".        Julien Green